El caso es que las del PP no son todas feas, pero malassss... mucho
(ved la del medallón, qué cara de asco envidioso pone a la juez)
Muchas veces me desvencijo. O me desbarato y
desarbolo cuando escribo las ocurrencias cavilatorias (otra palabra nueva,
mira por dónde), porque, por ser en no pocas ocasiones complejas de explicar, me salen
de considerable magnitud, así que, sin ser mi pretensión, más de un osado que
acabe por decidir leerlas, también acaba destartalado y en no pequeño grado.
Así pues, y por descontado con despacio, en
esta ocasión no daré acomodo al enrevesamiento ni seré abigarrado exponiendo lo
que, me consta, hay quienes califican como mis devaneos.
Hay en Sevilla una mujer que es juez y se
llama Mercedes Alaya. De ella tengo yo pensado, y no desde hace poco, que algo
de amargura arrastra, será por sus formas de desenvolverse, ante las cámaras con
ese rictus que parece tanto de desgana como protervo, y en el desempeño de su
labor con aparente sevicia. Ignoro, claro es, si acierto. Y, de ser atinada mi
impresión o, quizás, intuición, cuál pudiera ser el motivo, la causa, de esa
tristeza, vocablo que uso ahora por si la cosa no llega a, como antes he dicho,
amargura.
Tampoco digo que haya que indagar, no sé, algún
desengaño amoroso o de otro jaez, como pudiera ser que, manejándose con esa
especie de odio-venganza, lo hiciera por alguna carencia o, aún peor, desposesión
antigua, que eso igual es a lo que se llama prevaricar, por cierto. Pero ya
está, simplemente es otro de mis escurrimientos. No hay que dar más vueltas al
asunto. Eso sí, creo que le sería de mucha conveniencia “hacérselo mirar”, como
dicen muchos catalanes, que es una expresión que me produce cierto gusto. Y regocijo,
cuando se usa en el momento idóneo.
Por cierto, no voy a hablar de ese tema, me
refiero al de la pretensión de Cataluña de dejar de depender de España (no sé
si es así la cosa, puede que me confunda). No. Para que veáis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario