DIGNIDAD

sábado, 4 de abril de 2020

APENAS VOY A HABLAR DE LA COVID-19 Y DEL COVI-19



Bucólica desobediencia en la Calle San Vicente de Paúl, en Zaragoza
(imagen de la que no soy autor y no sé quién la tomó. Citaría a la persona artista…)

Hace tres días, chispa más o menos, una amiga de Tauste me dijo “Buenos días… ¡la nieve en primavera… algo bueno nos espera!” Así supe que había nevado en mi pueblo y que era algo a arrostrar con optimismo. Estuvo bien.
Hogaño vamos a pillar la primavera empezada. Y sí, hay algo bueno que esperar: mi Laura parirá pronto a su hijo, mi primer nieto, Noah. Lo conoceré más adelante. A lo mejor pueda tenerlo en mis brazos a la mediación de esta primavera tan extraña que crece ahí afuera.
Cada día es nuevo. Nunca, antes, hemos experimentado lo que nos viene. Es verdad que ahora nos está tocando vivir cosas que, al menos por lo intempestivo y por lo bestia, nos sorprenden y espantan. Y nos descolocan. Porque son excepcionales… me viene a la cabeza el Decamerón. Lo leí, gracias a doña Matilde, con pocos años, trece, quizá. Y recuerdo que me dejó doble solivianto su lectura, el primero de ellos, muy grato, tenía que ver con ciertos despertares a lo lúbrico. El segundo se refiere a la inquietud que me producía imaginar como apodíctica una situación similar a la que Boccaccio relata, refiere o narra.
Uebos me es decir que no quiero repetir o ser pesado hablando de lo que se habla, aunque quiero añadir lo que se me antoje al respecto.
Por ejemplo, que hace dos semanas, un pachucho de mi edad, decía que ahora seríamos todos soldados. Lo hizo con sonrisa sardónica, gesto que no supe, ni sé, interpretar, porque puede que nos mostrara, con guasa, que, lo quisiéramos o no, todos habríamos de ser como él, es decir, personas que consideran que su cometido es el de guerrear. Parecía feliz, mostrando un innumerable ornato de chapitas en su guerrera (nótese el nombre de la prenda), como si nos hubiera acorralado, como si no pudiéramos contradecirle. Y no, no es así, “quinto”: no soy soldado. No quiero. No quise ser soldado ni lo fui (me costó lo mío conseguirlo… “pero eso es otra historia”). A ver si tenemos claro que, para evitar la enfermedad, no hace falta la soldadesca como tal (al fin y al cabo, el soldado es, por definición, servidor de la guerra y, por ende, paladín de la violencia… -de la guerra, como torpeza y fracaso y estupidez y degeneración de los humanos declaradores de ella, ya hablaremos, si eso, otro día-). A ver si tenemos claro que hacen falta otros saberes, actitudes e instrumentos; que nos hacen falta conocimientos, acciones y rasmia pro-humanidad. No hay enemigo al que vencer. Hemos de procurar no enfermar y hemos de curarnos, si enfermamos. Qué estúpido lenguaje, el belicista.
Mi amigo Josemari me llamó ayer. Me gustó mucho. Cuando me llama Josemari, suena en mi teléfono Take Five, de Dave Brubeck., porque le gusta mucho a él esa pieza y yo la he seleccionado como la suya, la que suena cuando él me llama. Ayer no, porque había quitado el sonido. Ayer lo cogí porque lo vi sonar. Me llamó, entre otras cosas, para decirme que se había muerto el bueno de Paco. El amigo Paco: no pudo superar la enfermedad provocada por el virus CoVi-19. La última vez que sonó Take Five en mi teléfono, también es casualidad, estaba con Paco, y con Maribel y Lourdes, en el Berroy. Había quedado con Josemari allí. Entró y, como no me vio, me llamaba. Y yo al lado. Y me despedí de Paco emplazándole a ir a Málaga juntos para enseñársela bien, que dijo que le había gustado pero que le faltaron cosas… y ya llevaré a Maribel, a Paco, no.
Ahí enfrente, en la otra parte de la calle a la que dan mi puerta y mi balcón, hay una residencia, de las de la tercera edad, en la que Jesús, uno de mi pueblo, me dijo hace unos meses que se había venido a vivir. ¿Qué será de él? Ahí también trabaja gente a la que aplaudir a las ocho de la tarde.
Saldremos de este lío. La adaptación es la supervivencia. Veremos cómo. Me gustaría que lo hiciéramos con despacio, es decir, con sosiego y parsimonia. Con humildad y aspirando a la paz, a la felicidad de todos. Con sabiduría, habiendo aprendido, por una vez, de algo, de una desgracia. Pensando en Shibu, mi amigo de Kochi, en Kerala, y en tantos humanos pisoteados por otros humanos. Con consciencia y conciencia. Ya veremos.
Bueno, hoy he hablado mucho. Claro, hacía tanto que no lo hacía… Dispensad. Ya hablaré menos, y de otras cosas, mañana o pasado mañana.