DIGNIDAD

lunes, 2 de agosto de 2010

LA CRÓNICA DE ALBERTO


Alberto Pérez me mandó un correo el día de San Ignacio de Loyola, el 31 (que es el día en el que nacieron Leyre y Javier, los gemelos de Esther y Santiago -es navarro éste último nombrado, no lo digo por nada- y, por cierto, 22 años antes, mi hija Carmen, la de verde en la foto) en el que me decía que no hubo podido subir la "apresurada crónica taustana" que a continuación va y me pidió que tratara de subirla al blog yo. El motivo, Alberto, según me ha dicho “el cacharro”, es que hay demasiados caracteres, de modo que la subo como una entrada más, en lugar de como un comentario, y ya está. Ahí va, sin dilación ni mayor presentación:

CRÓNICA TAUSTANA

Salud, Roberto:

Perdona que haya tardado unos días en dar señales de vida, pero me retenían ciertas invenciones urgentes. Veo, por la foto de presentación de Tausterock, que tus hijos, aparte del natural aire de familia, han heredado de ti la vitalidad y el sentido del humor.

Supongo que al otro lado de la cámara estaría Mariajosé.

Estuvo sabrosa la parrafada sobre móviles ágrafos que nos marcamos el sábado pasado durante los preparativos de mi actuación. Instantes antes, Pepe y Carlos me habían hecho la visita guiada al Aquatauste, aunque me exoneraron de la obligación de descalzarme, por ir ya vestido de respeto.

No sabes lo contento que me puse cuando me escribió Pilar Fresco invitándome de nuevo a actuar en Tauste. ¡De vuelta al paraíso!, me dije, e hice memoria de las dos visitas anteriores. El viaje desde Madrid fue muy tranquilo, recorriendo paisajes familiares, aunque siempre distintos: el valle del Henares, la Alcarria Alta, el valle del Jalón, el Campo de Cariñena, la Muela, y ya las terrazas del Ebro, que me marcaban el camino hacia vuestra tierra cincovillana.

Al llegar a Tauste llamé a Manolo, que me franqueó las instalaciones del Reina Rana desde la mismísima piscina municipal, mientras se acercaba en persona hasta el hotel. En él, por cierto, descubrí a un gran melómano y un gran conversador. Después, una siestecita y una ducha para quitarme el polvo del camino, y, ya tranquilamente, hacia el Parque del Agua.

Allí me esperaba, puntual, una nutrida representación del comité organizador de “En verano quedamos en el Parque”, con Pilar y Pepe a la cabeza –siento no recordar los nombres de todos- que me trataron, como siempre, con un cariño y un respeto admirables.

Y ya, acometimos sin demora la prueba de sonido, capítulo entretenido y no siempre desprovisto de sobresaltos. Pero en esta ocasión contábamos afortunadamente con los valerosos Cai y Trepa, auténticos Ángeles Acústicos, cuya profesionalidad y buen trato fueron ejemplares. Ah, ya para entonces, la compañera de Carlos -¿será posible que no recuerde su nombre, sólo que se crió en Alemania?- había colocado primorosamente las sillas, alternando el naranja y el amarillo.

Una vez que todo estuvo a punto, me retiré a un rinconcito tranquilo del Centro de Interpretación, a esperar la señal de Pepe para pasar al ataque, quien, por cierto, me pidió retrasar la salida unos minutos, pues no dejaba de llegar gente, cosa que me alegró mucho.

Una vez en el escenario, vi que el cierzo nos acompañaría durante toda la noche, lo que me obligó a imprimirle a la actuación un ritmo más vivo del previsto, sacrificando canciones e historias –como la de Calamocha- con las que el público creo que se habría regocijado de lo lindo, sobre todo con la del hermanamiento de los patronos respectivos de Tauste -la Virgen de Sancho Abarca y San Miguel- con los de mi Sigüenza natal -la Virgen de la Mayor y San Vicente-. Pero bueno, no todo puede salir como uno quiere.

Por cierto, veo que no te pasaron inadvertidos los efectos del agua de las Vigañuelas en mi organismo, pues, nada más recibir el último aplauso, dejé atrás al mesmo viento para aliviarme. Después hubo sesión de fotos con la chiquillería taustano-gallurana, y ya no nos volvimos a ver. Aunque sí comparecí pasado un rato para despedirme de los que quedaban, e incluso cantar un fragmento de “Viajera”, de Lolita Garrido, a medias con Ángel Gracia.

Se me olvidaba que, una vez recogidos los pertrechos trovadorescos, la noche se prolongó, creo que en el Guacamayo, frente a la Casa de la Cámara, adonde los esforzados y eólicos Anica y Toño, me condujeron y donde les esperaban otros amigos igual de melómanos e incansables que ellos.

Dejo para el final la placentera sensación que se experimenta al cantar y tocar mientras se contempla una torre tan hermosa como la de Tauste. Y, mira por dónde, ahora me entero de que no es mudéjar. Pues que se prepare el bueno de Jaime Carbonel, que me la tiene que justificar por lo menudo cuando vuelva por allí. Felicidades, por cierto, por su extraordinario artículo. Con más tiempo me adentraré en los otros blogs que me recomiendas, para no quemarlos. Y ahora vuelvo a mis obligaciones, que en este momento son esencialmente cantar y fregar.

Muchas gracias, Roberto. Un fuerte abrazo y muchos recuerdos a todos.

Alberto

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