Hubo mucha gente atenta, pero poca como ellas
El colofón lo pusimos con un último apartado
que no era otra cosa distinta, no era otra cosa más; en realidad lo veíamos
como un compendio de lo expuesto hasta entonces. Y arrancaba –y seguía después-
como sigue:
Parece definitivamente demostrado que el
hombre aprecia, en primer lugar, su existencia. También parece que está
demostrado que, siendo consciente de su finitud, es decir, de que esa
existencia que tanto valora no es eterna, y de que nada puede hacer para
remediarlo, a lo más que puede aspirar, la única manera que tiene de
perpetuarse –digámoslo entre comillas- es a tratar de preservar la supervivencia
de la especie, de su especie.
Una forma de realizarlo es procreando, teniendo
hijos. Así se asegura de la transmisión de sus genes. Pero también ha tenido
presente, ancestralmente por un lado, es decir, desde siempre; y universalmente
por otro, o sea, lo han hecho todas las culturas, que la forma de supervivencia
universal, la trascendencia, es la transmisión del conocimiento. Del propio y
del de los demás. De hecho, aún hoy hay lugares en los que la manera de transmitir
ese conocimiento es la oral.
Y cuando se pudo plasmar el saber en algún
tipo de soporte más duradero que las propias palabras y los propios recuerdos y
las propias vidas, cuando nacieron los libros, en sus formas diversas, nacieron
las bibliotecas.
El hombre, ya lo hemos dicho antes, pretende
trascender a su propia existencia, así que ha puesto afán en hacer llegar su
conocimiento, su memoria, y lo ha hecho de las maneras que su ingenio le han
proporcionado.
Hemos dado un paseo por algunos ejemplos de
bibliotecas que nos pueden proporcionar muchos placeres por su presencia de
exquisita estética, sus formas artísticas en las concepciones arquitectónicas,
escultóricas, etc. Pero lo importante son los libros y su lectura sólo precisa
de voluntad, y el hombre se ha esmerado en hacer llegar la cultura que atesoran
los libros a todos los lugares, a todos los lectores. Una forma ha sido lo que
hemos dado en llamar Bibliotecas Móviles.
Se ve el empeño que el ser humano, a pesar de
otros, ha puesto por transmitir, como esa mañana había dicho el pregonero de la
Feria, José Luis Corral, la cultura a sus congéneres, a pesar de cualquier
inconveniente y haciéndolo de la manera más atractiva e ingeniosa.
Aparecían imágenes de los llamados
bibliobuses; de motocarros con libros a cuestas; de burros, tirando de
carros-biblioteca o acarreando, directamente en sus lomos, unas alforjas
diseñadas ad hoc, repletas de libros. Y después, en la imagen que figura sobre este párrafo, se hace hincapié en que es un tanque, aunque sólo se intuya por el
cañón, que no sólo está pletórico de libros, sino que, además, muestra una
leyenda en un costado que dice: ARMA DE CONSTRUCCIÓN MASIVA.
Hay quien va diciendo por ahí: “No es la biblioteca un mero almacén de
libros sino aquel remanso donde se custodia con celo y con mimo todo el saber
humano”. Como es una opinión nuestra, la referimos y ponemos aquí, sin más.
Y acabamos la cosa con la foto que vemos
debajo, esa viñeta que creó el genial QUINO, en la que Felipe dice a Mafalda la
evidencia que ni transcribo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario