DIGNIDAD

miércoles, 7 de abril de 2010

CIRCUNSPECCIÓN

Abdullah y Muhamad: dos marroquíes en Ualili (o Volubilis),
espectaculares ruinas romanas al lado de Meknes, en pleno corazón de Marruecos

Hace ni siquiera dos años yo tenía claro que no pensaba casarme. Sin embargo, Maricarmen Echegoyen, alguien de quien ya he hablado antes aquí, mientras conversábamos ella y yo una conversación de antropología y de historia y de psicología y de lo políticosocial, con el modo de razonar que la caracteriza, me hizo ver cosas en las que no había pensado. En resumiendo: que me hizo cambiar el chip (yo es que lo de los integrismos me lo paso por allí mismo). No es malo cambiar, al fin. Incluso es bueno. Claro está, cuando se piensa que es mejor el nuevo pensamiento o el nuevo razonamiento. Y más, además, si resulta ser de una coherencia aplastante con cada cual. Se lo dije a la Roya, a Mariajosé, y dijo que “pues hala pues, pues hala a casarnos”. Y eso hicimos el día 20 de marzo. Os quiero agradecer las muestras de cariño, los parabienes con que nos habéis deleitado quienes lo habéis hecho. Fueron unos prolegómenos divertidos y gratos y, el día D, tanto la ceremonia como la celebración fueron actos llenos de ternura, sorpresas y agradables momentos. Fue un día inolvidable.

Hace tiempo que no escribo: entre los quehaceres acumulados y la vorágine de todos los momentos vividos y que el ordenador no funcionaba, no ha podido ser. Discúlpenme quienes hayan querido leer alguna de mis chorradicas o cavilaciones. Discúlpame, Marisa. Espero ser más fiel o constante en lo sucesivo.

Después de la boda, nos fuimos al Magrib –según los naturales, así se llama Marruecos, y yo pretendo ser respetuoso con todiós-. Siguieron dándonos sorpresas, desde aquí –Latifa, nombre que significa amable, aunque sea de Marruecos, está aquí en Tauste, y la queremos porque es que hay que quererla- y, luego, allí: nos esperaba Abdullah en el aeropuerto y nos llevó a todos los sitios en seis coches distintos –se los prestaban, el suyo estaba en el taller-. Muhamad, su tío, nos acompañó y mostró cosas que no verán tan fácilmente ojos extraños a los ojos de allí, de Tánger.

No puedo hacer exhaustiva la crónica: sería enormemente larga. Tío y sobrino aman su tierra, su Tánger, como se debe. Y cada uno de manera distinta, y cada uno el mismo Tánger, pero según sus perspectivas. Muhamad, la historia y la calle y las gentes. Abdullah, la modernidad y su calle y sus gentes. Las dos vimos gracias a su generosidad, en ambas nos metieron, nos incluyeron. Y son críticos, que de pánfilos o cursis nada. Pero nos hicieron ver ese amor y nos mostraron lo amado.

Hay en Marruecos, como decía Muhamad, como en todos sitios, mala gente… pero poca. Y el natural de los lugareños, es decir, de la mayoría, de la buena gente, es amable y sonriente. Son tranquilos. Hay una frase, que ya ha aprendido también el foráneo, que dice mucho de ellos: “Prisa mata”. Es verdad, ¿qué prisa tenemos para acabar haciendo las cosas?

Como no quiero cansar, acabaré aquí diciendo algo que se me ocurrió, para resumir a mi Laura y Albert cuando me preguntaban acerca de aquello: en nueve días de Marruecos he aprendido más que en cinco años de carrera.

3 comentarios:

JAIME CARBONEL dijo...

Bueeeeno, ya me tenías preocupau con tanta sequía literaria.

Anónimo dijo...

...Pues yo...yo...qué puedo decir sobre lo leido, nada porque nada hay que comentar sobre ello, pero,(siempre tengo algun pero jejeje) la lectura y explicaciones se me han hecho cortas,pensé que viajaría al país de vuestro viaje de novios através de tus lineas y va...y no nos cuentas casi nadaaaa.
En fin...habrá que quedar "andesea" y que nos conteis mas,que seguro que lo hay.
Ana.

MARISA GARCIA dijo...

MIRA DE ESTA CAVILACION ,LO ENTENDI TODO Y ME ALEGRO UN MONTON POR VOSOTROS .Y POR MI QUE YA ENTIENDO LO QUE ESCRIBES UN ABRAZO