Después nos asomamos al Mercado de las Pulgas. Luego, al Sacré Coeur. En fin, fuimos por zonas completamente turísticas. No me apetecía a mí ver tanto turista. Quería ver a los indígenas parisinos. Quería ver cómo se desenvolvían. Lo conseguí por la zona de la rue Lepic, cerca de la Place de Clichy –que, por cierto, menudos precios llevan los restaurantes que me recomendaste en esa calle, La Divette du Moulin y el Lux-. Allí abajo, en Pigalle, como parece habitual, el Moulin Rouge suele defraudar. Pero yo me lo esperaba, así que me dio igual. Sí que me fijé en algo de lo que no os había oído hablar, y que está al lado, le Musée de l’érotisme.
Bueno, que me voy del tema y va a salir muy larga esta carta. Te quiero reprochar que no me avisaras de que existe el museo de L’Orangerie. Menos mal que, curioseando la manifestación y las manifestantas, fotógrafas y modelas, vimos allí al lado una edificación y, como prisa no teníamos, nos acercamos a ver qué era. Menos mal. L’Orangerie, el templo, se me ocurre decir, de Monet. Disfrutamos de Les Nymphéas. Por supuesto, no menosprecio a Paul Guillaume, ni a Cézanne, Renoir, Rousseau, Modigliani, Matisse, Picasso, Derain, Utrillo o Soutine, ni, en fin a todo lo que hay allí, pero los Nenúfares, no sé si decirlo, lo eclipsan todo. Para mí, claro. En fin, lo disfrutamos. Y no nos cansamos: es pequeño y se puede ver con calma y por entero.
Después nos dimos la paliza de, andandito, acercarnos por la Avenue des Champs-Élysées hasta la Place de l'Etoile para ver el Arc de Triomphe. Luego de subir (dos veces) los no sé cuántos escalones que tiene, volvimos a bajar y nos metimos hacia Les Invalides, pasando por entre Le Grand Palais y Le Petit Palais, para atravesar el río por el Pont Alexandre III (algo hortera ya es, ya). Y de allí al Musée de Rodin. Éstos no habían llegado aún, así que, como era pronto y supusimos que lo conocían, nos metimos. Y, no te lo pierdas, algunas de las esculturas que faltaban están expuestas en Málaga hasta enero de 2010. A ver si aún me da tiempo de bajar y verlas.
Le Penseur
Cuando salimos, allí estaban los dos esperándonos. Y se sorprendieron de que apareciéramos por su retaguardia. Fue muy agradable nuestro encuentro, hacía dos años que no nos veíamos –bueno, con Amélie he estado este verano en el Pirineo, pero ésa es otra historia-. Fuimos paseando hacia L’Ile de la Cité, para ver Notre Dame y todo eso. Pero, lo mismo que les dije, te digo: sin quitar mérito, pues lo tiene, me cansaba de ver semejantes suntuosidades. Muy bien hechas, muy majas, pero, por un lado, tantas y tan similares y ordenadas, y, por otro, eso, tan suntuosas, me cansaban. Llegamos al Orsay y, jolín, qué decir, es difícil decir alguna palabra nueva, si no imposible, para calificarlo. En L’Ile, empiezas con La Conciergerie, sigues por la Petit Chapelle, le Marché des Plantes –por cierto, los periquitos allí están más baratos que aquí, las jaulas no, que son mucho más caras-, Notre Dame... qué sé yo, es todo una maravilla. Y, otra vez por cierto, se celebraba algún acto litúrgico y aquello estaba atestado, para que luego digas que aquí el personal es beato. Pero, en fin, mejor ir tranquilo y, por supuesto, no dejar de observar al personal, eso de ninguna manera –bueno, vuelvo a lo mismo: los turistas son, o somos, iguales en todos los sitios, yo me refiero, aunque me digas pesado, al personal de allí, los indígenas, los "chics" parisinos-.
La Sainte Chapelle chapada: había un concierto y
menuda forma -cutre- de anunciarlo

Chez Toutoune

Roberto y Mariajosé, en La Grande Place de Bruselas
Llovía a mares el siguiente día, así que nos fuimos en bus (por cierto, allí no vimos pagar ni a una décima parte de los indígenas, tan “chics” ellos, que se montaron. En Bruselas, donde también sucedía eso –bueno, allí no vi a nadie pagar, no al diez por cien, sino a nadie-, no me extrañó tanto. Bruselas, siendo también cosmopolita, la percibo joven o, quizá, más provinciana -aunque no estoy seguro de haberme explicado bien, sé que me entiendes- y, por tanto, ese acontecimiento es más de esperar. En Roma he oído que sucede lo mismo. También, y en este caso porque son italianos, bueno, romanos, es algo que no suena a inusitado, incluso, por el contrario, parece que piensas que así ha de ser. Pero París es ecléctico y no lo es desde ayer. Incluso Bruselas, aun contando con tantas culturas entre sus componentes, me parece que aún no ha llegado a asimilarlas todas, aún hay estanqueidades muy marcadas. En París, como toda megaurbe, habrá zonas e incluso “ghettos”, no digo que no, pero la cosa está asimilada, como te digo, la cuestión cultural existe no en lo uniforme, pero sí en cuanto a que existe el indígena parisino –que, por otra parte, no creo que tenga que ver con la patochada que a Sarkozy se le ha ocurrido con lo de la esencia de lo francés-, que es una persona compuesta de muchas culturas asimiladas que forman un ser completo y equilibrado o armonioso... aunque, pensando en “La elegancia del erizo”, se me viene abajo el "chambao"). Fuimos, como te digo, al Louvre y esas cosas, todas muy chulas. Yo, desde muy joven, tenía ganas de ver el Centro Pompidou. Y, por fin, lo conseguí. Días después, pocos, en el Caixa Forum de Madrid, vimos un monográfico de arquitectura y una sala entera fue para Richard Rogers, quien habló en un vídeo de Renzo Piano, y Gianfranco Franchini, los tres que lo habían diseñado. No me digas que no es casualidad. Luego, y aunque con no muchas ganas, nos encaminamos a Les Vosgues. Y, nueva sorpresa, el acceso, por obras, era a través del Jeu de Paume. ¡El Jeu de Paume! Sin buscarlo, sin haber programado verlo, me di de narices con él. Otra suerte. En Les Vosgues nos reímos viendo los precios de las casas, pero, sobre todo, por las comisiones de las inmobiliarias: había una que se vendía por tres millones y tres cuartos y la inmobiliaria percibía un millón setecientos mil. En serio. No sé cuánto podrá costar la casa de Victor Hugo, que está allí, en el número 6 me parece. Vente pa España, Mireille, que te lo puedes permitir.
Un pedacico del Jeu de Paume
Bueno, que he de abreviar. Nos encontramos a eso de las cuatro en la Place de la République, tras subir desde la de la Bastille.
Una lección de aparcamiento
Nos llevaron, tras pasearnos por el Port de la Rapée, nuevamente al Pont Neuf, donde nos montamos en un cacharro de la empresa, creo, "Les Vedettes du Pont Neuf" para dar la clásica tournée de una hora por la Seine. Y después, en su coche –tela, cómo conducen estos indígenas, si hay embotellamiento, que los hay cada dos por tres, se van al otro carril o lo que haga falta, eso sí, no vi mosquearse a nadie, aunque tocan la bocina rápido, pero sin acritud, en serio te lo digo-, fuimos a Jazz em Montmartre. Es una zona muy guachi en la Place des Abbesses, rodeada de árboles, en la desembocadura de la calle Vieuville a la plaza, ahí está ese rinconcico. Está enfrente, te lo digo porque me hizo gracia, del llamado Mur des je t’aime... Están al aire libre, que no te lo había dicho. Allí tuvimos la potra de ver el trío de free jazz que forman Andrew Cyrille, Oliver Lake y Reggie Workman. No me extiendo, porque no va a caber la carta en sobre alguno, pero ya hablaremos de ellos cuando nos veamos y nos dé por hablar de música. Sólo te digo ahora que lo pasamos de miedo.
Ahí, más arriba del metro, está la zona que te digo
Después nos dejaron en el hotel y nos despedimos, que salían para Berlín al día siguiente –no sé a qué congreso asistían- y, cuando volvieran, ya nos habríamos marchado nosotros. Quedamos en vernos, contigo, en breve, aquí o donde sea.
Al día siguiente, en fin, nos acercamos al Musée de L’érotisme. Tampoco había oído hablar de él, como te he dicho al principio. Está en Pigalle, por si lo desconoces –bueno, qué tontería: puedes buscarlo en internet-. También lo disfrutamos. Tomé nota de algo que había escrito allí. Te lo escribo, para ir acabando:
"Contrairement à l’Occident, où le plaisir a toujours été considéré coupable, en Orient, le sexe y était considéré comme source de félicité et de santé".
Ya sabes que me gustan los dessins de Barbe. Voilà
(vimos una exposición suya en Le Musée de L'érotisme)
Pienso volver a París. Espero verte, Mireille querida, allí.
Un beso.
Para quienes no sepan francés, ahí va la traducción del párrafo: "Contrariamente a Occidente, donde el placer ha sido siempre considerado culpable, en Oriente, el sexo era considerado como fuente de felicidad y de salud".
3 comentarios:
Fantástico, Roberto, el paseo que nos has regalado por la Ciudad de la Luz.
Me llama la atención la última frase sobre el sexo, porque me recuerda a algo que encontré al realizar mi trabajo sobre el Tauste Islámico del siglo XI, que venía a decir que "si bien en el Cristianismo (Occidente) el placer y la posesión de riquezas terrenales era algo pecaminoso (más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos, aunque después... tú no veas), en el Islam (Oriente), si bien se condenaba la avaricia, se consideraba a las riquezas y al placer terrenal como un bien de Dios, un instrumento para lograr la felicidad y disfrutar de esta vida, a modo de anticipo de los goces de la vida futura.
Gracias, Jaime.
Y sí, así es, en cuanto al Occidente del que hablamos, desde que a los próceres de la Iglesia se les ocurrió dejar la línea o corriente filosófica aristotélica -para poder seguir mandando, y hacerlo en plan "tener en un puño"-, acarrazando lo dicho por Agustín para usarlo como doctrina... allá por el siglo IV. Que se dice muy pronto. Y siguen, como puedes ver en los ejemplos de la siguiente entrada.
Ah, que se me olvidaba: creo que hubiera podido disfrutar más de París contigo al lado explicándome arquitecturas y urbanismos.
Y, probablemente, aparte de tu ineludible "cosa" profesional, también habrías disfrutado de la observación de los indígenas.
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