Anoche vi en la tele una película que
me gustó: “El asesino dentro del círculo”. No voy a entrar a explicar por qué,
salvo que observé un muy buen trabajo en todos los órdenes del arte de la
cinematografía, porque no es por eso por lo que me han entrado las ganas de
hablar acerca de esa sesión; ni a desmenuzar su argumento, por otra parte,
fácil de conseguir pues habla de hechos reales, por lo mismo de antes, es
decir, porque no es por eso por lo que quiero escribir.
Es por algo que no es la primera vez
que observo en diversos momentos y lugares y que, no por repetido, me parece
justificable. Aludo a la seriedad. Sí, a la seriedad, y me explico. El psicólogo
forense, personaje encarnado por el gran actor Carlos Hipólito, cuando se pone
a hablar acerca de cómo se han cometido algunos de los crímenes, dice que “de
forma manual o antebranquial”. Y, claro, eso chirría. Para que todos entiendan
qué quiero decir, explico que lo relativo al antebrazo es llamado “antebraquial”,
pues braquial alude a brazo. Sin embargo, la palabra, pronunciada
magistralmente por el mencionado actor, alude a algo que esté situado delante
de las branquias, parte que no corresponde a lugar alguno de la anatomía humana.
Y me molestó más, supongo, por cuanto me había parecido hasta entonces que la
factura de la obra había sido, entre otras cosas, impecable, seria, rigurosa. Y
me extraña tanto ese desliz, que se me ocurre decirlo aquí, aunque no sea un sitio
que visite mucho personal.
Lo más probable es que no se le dé
mucha importancia al fallo, de hecho, aunque seguro que no soy el primero que
lo vio y dice, ahí sigue –seguramente sea difícil de subsanar- y la película
es, según he visto, de hace ya tres años.
No obstante, quiero repetir, y aun
recalcar, que, a pesar de ello, a pesar de este asunto, me gustó.
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