DIGNIDAD

miércoles, 18 de marzo de 2009

Doña Matilde


Me quedé a cuadros, sólo conseguí abrir la boca en silencio estuporoso, ayer por la tarde porque Josemari me dijo que a mediodía habían enterrado a Doña Matilde.
Se me ha muerto Doña Matilde. Joder, otra mutilación. El lunes hablaba de escribirle, de retomar nuestra comunicación epistolar, que hacía 3 años se había cortado. Pero el lunes debió morir. Cuántas cosas me han quedado por decirle y por oírle. Me siento rotico, paralizado. Muy pesado me siento.
Anoche releía las tres últimas cartas que me hubo enviado y me reía con sus ocurrencias y con su excelente y lúcida manera de expresarse. Pero luego me quedó la amargura de lo irreversible, de la imposibilidad de tener nada nuevo con ella. Con 91 años era de esperar, me decía Mariajosé. Ya lo sé, claro que lo sé, pero yo no me lo esperaba. Desde hace tres años, cuando me escribió la última carta, no sabía de ella, y entonces estaba muy bien, me hablaba de que había leído mi carta anterior en un taxi, mientras iba al dentista, con Carmen y Pepe, y de lo que había sentido mientras lo hacía.
¡Qué mujer! ¡Qué persona! Doña Matilde no fue la única, pero sí de las principales personas en mi vida, quizá la principal, en cuanto a enseñarme a vivir. Y también para ayudarme a vivir. Yo no sólo estudié en el Sancho Abarca, yo viví allí, con ellos, con ella.
Una vez dije en público, creo que en un programa de fiestas, que ellos eran mis otros padres, Doña Matilde y Don Cirilo, y entre ella y yo siempre quedó eso, le gustó que yo lo sintiera y escribiera y ya siempre quedó así. Y es verdad, tenían 7 hijos nacidos de ella, pero tenían muchos, muchos muchos más, todos los que tuvimos la suerte de recibir sus enseñanzas, sus presencias, sus cobijos. ¡Qué suerte, tener dos madres! Es un sufrimiento, un tormento, que se me haya muerto la que me quedaba, pero es envidiable haberlas tenido. ¿Dolor? Claro, ahora me duelen hasta las pupilas, que no debieran doler pues nada son... pero hasta ellas me duelen. Sin embargo, tengo no sólo lo que viví con ella, sino sus cartas también, sus tiernas, sabias, serenas, divertidas y maravillosas cartas. Y en ellas me contaba mucho y se me abría, íntima. Esas cartas, que sólo son mías y que ya he releído mucho, pero que aún volveré a releer muchas veces más, me mostraban mi Doña Matilde amiga.
Me dijo, una vez que andábamos del bracete por la Casa de Cultura, por lo que había sido su colegio, que estaba segura de haber aprendido ella más que nosotros.
¡Cuántas cosas fue para mí!: fue mi profesora, mi madre, mi amiga. Se ha muerto, se me ha muerto. Pero creo que, una vez supere la pena opresora de ahora, seguro que descubro que vive porque yo estoy vivo y ella es parte de mí.

martes, 17 de marzo de 2009

Los del pepé


He pasado el pasado finde en Madrid.
He hablado con unos cuantos que no votan a quienes ya hace tiempo que gobiernan por allí. Están contentos con que les vayan saliendo “trapos sucios” a esos que se dedican al desgobierno en Madrid, Valencia y otros lugares. Aún dará tiempo a que, al ser desenmascarados y, en algunos casos, procesados, el personal decida no votarles en las próximas elecciones, dicen esos amigos.
Yo no quería desilusionarles, así que me callaba, mirándoles como asintiendo, imagino que con una cara de bobo que conseguía disimular lo que pensaba.
Pero he estado dandaloso y he decidido no callar aquí. Si leen –mis amigos, digo-, puede que cambien o que me demuestren mi error, pero, mientras, ahí va mi idea: esa peña, de la que tanto se viene hablando últimamente, funciona así, por decirlo de manera suave, por definición. Es decir, no sólo no dimitirán los “gordos” que hacen los chandríos más gordos, sino que se enorgullecerán y serán aplaudidos, porque su caterva de acólitos los admiran y envidian. Son su ejemplo a seguir. Y, cuando vuelvan a presentarse a las elecciones, volverán a ser elegidos. Es así.
Una vez oí a Ramoneda responder a la cuestión de la diferencia entre la derecha francesa y la de aquí diciendo que la de Francia nació con la revolución y la de aquí tiene su origen en la asonada de Franco, así que es palmaria la diferencia de sus orígenes y, por tanto, su definición. No podemos ser tan ilusos de esperar que el PP tenga alguna aspiración democrática; no es democracia, sino avaricia, su afán vital. Si han de practicar desmanes como el latrocinio y demás abusos para ello, no cejarán, no, no desmayarán ni dejarán de usar la desfachatez para cometerlos.
Supongo que lo de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, lo de la Comisión acerca del espionaje, no quedará ahí: habrá de resolver, de verdad, la Justicia... y confiemos en ella. ¿Si cruzo los dedos tendré más posibilidades de que funcione algo como debe, como creo que lo ha hecho con la gente (del PSOE) de Estepona y Alcaucín?



(Jorge, ya está, no me digas vago, que ya he escrito, espero poder mantener una cierta cadencia)