DIGNIDAD

sábado, 21 de noviembre de 2009

NO SÉ SI ESTÁN LAS COSAS CLARAS


Estaban ¿cómo decir?, enardecidos cuando llegué ayer a su altura, en el Parrots. Como que ni se dieron cuenta de que estaba allí.

Rafa decía que a ver si lo entendía Miguel, con un ejemplo. Proponía imaginar que en Cajiz celebran una carrera por aquellos montes de la Axarquía de 10 kms. En Iznate, que está muy cerca, a un par de km., celebran otra, el mismo día, y con una distancia igual como recorrido. Hay algunas diferencias. Por ejemplo, de Iznate se sale un poco más tarde, media hora más tarde, por ejemplo. Otra diferencia es que, mientras en Cajiz todo está organizado como en estos casos se suele, es decir, con un seguro contratado para que cubra cualquier accidente, ambulancias, etc, así como la entrega de premios a los tres primeros de cada una de las categorías –habiendo el mismo número de éstas para cada sexo- y una bolsa con productos de la tierra y una camiseta conmemorativa a todos los inscritos que lleguen a la meta, en la de Iznate sólo se conceden unos premios, mayores que los de Cajiz, pero sólo a los tres primeros que lleguen. Ni seguro, ni premios por categorías, ni nada más. Juan Antonio, uno que se conoce bien la zona, decide inscribirse a ambas. Sale de la de Cajiz, o al menos pasa por el control de dorsales de antes de la salida, pero se va, con una moto en la que le lleva Manolo, a Iznate, y llega a tiempo de salir corriendo. Pero, ay amigo, cuando llega el primero al repecho de “Los Claros”, se tuerce un pie. Menos mal que Manolo estaba pendiente de cualquier eventualidad, así que, como es una zona común a ambas carreras, aunque no pasen por el mismo lugar, le ayuda a pasar discretamente al recorrido de la carrera de Cajiz, en la que ese lugar es, ya, la parte final de la misma, sólo quedando unos quinientos metros de bajada hasta llegar a la meta, allí en la explanada de entrada al pueblo, en el mismo lugar desde el que se había dado la salida. Entra renqueando, le dan la bolsa del corredor, le tumban en la ambulancia, le curan y lo mandan al hospital de Málaga con el que la compañía aseguradora tiene concertada la atención a prestar a sus asegurados. Le hacen una maravilla de cura, con una férula de ésas que no pesan, hinchables… etc. Además, y mira qué suerte, como resulta ser el único inscrito de su edad, a pesar de no entrar en los primeros lugares, es, por ser el único, el primero, con lo que consigue 300 €. Claro, todo esto se conoció al cabo de los meses, pero no pudo demostrarse, y el siguiente año la compañía de seguros subió a Cajiz la prima, con lo que se tuvieron que rebajar los premios y regalos. Hubo quien hizo lo mismo que el año anterior Juan Antonio, volviéndose a repetir, pero con más listillos, el asunto. En esta ocasión, ni siquiera había lesiones, sólo que, cuando vieron algunos que no iban a conseguir nada en Iznate, se cruzaron a Cajiz. En la próxima edición, la aseguradora puso tan alta la prima, que la carrera no se pudo celebrar.

Intervine yo para decir que me venía a la cabeza un caso, y se lo iba a contar, para ver si yo había entendido lo que en esta parábola nos había contado a Miguel y a mí. Resulta que mi amigo Lifa trabajaba mucho –eso es verdad, era un currante tope, no era malfainero, no-, y ganaba mucho. Todo. Es decir, no cotizaba a la Seguridad Social ni a nada, era un obrero muy trabajador, pero nada más. Yo le decía que me parecía mal porque no consideraba que vivía en una sociedad que se basa en que todos hemos de sostenerla con nuestras aportaciones. Si queremos servicios, hemos de aportar algo para mantenerlos. Es, Lifa -le decía yo-, como si no siendo socio del Tauste quisieras tener los beneficios que serlo te da derecho. Él era muy displicente con esto cuando lo sacaba yo a colación. Decía que no quería mantener vagos. Pero, Lifa, le decía yo, piensa en ti, realmente en ti, no pienses en los otros si no quieres, tú querrás tener algo cuando seas viejo. Sin embargo, si no cotizas, te quedará una pensión muy baja, y eso porque funcionan los servicios, que realmente no te correspondería ninguna, pero hay, según creo, un mínimo. Él decía que quería los billetes ahora, que más adelante no pensaba. Mira por donde, y me jode, aún no tenía los cuarenta cuando se le declaró una enfermedad que lo dejó imposibilitado para trabajar. Cuando fui a verlo, en casa con sus padres muy mayores, estaba muy triste porque, con lo activo que él era, no podía sino estar allí quieto, moviendo, en un aparatejo rehabilitador, una mano y el brazo correspondiente. También, me miraba y me decía que le había quedado una pensión misérrima, me miraba con expresión de culpa. Al cabo, a Lifa volvieron a operarle el cerebelo y poco después murió. Lo sentí mucho. Era buena gente.

Tras un leve silencio, Rafa me dijo que sí, que venía a cuento mi cuento. Le dije que, por desgracia, no lo era, que era cierto. Y habrá más casos así. Le pregunté que de qué hablaban, por cierto, cuando llegué y trataba de hacerse entender por Miguel. Me dijo que por una cosa que habían leído en un periódico.

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