Bueno,
pues para que quede claro, yo no soy antisemita. Soy pro, prosemita. Soy pro cualquier
cosa que no sea cosa destructora o destructiva. Por eso soy anti sionismo.
Según
las definiciones, y para centrar la cosa, semitas son los que descienden de Sem,
el mayor de Noé, aquel de la biblia. Los palestinos y los israelíes son, puesto
que su padre es común, hermanos. No entraré en que por eso hayan de ser, o
estar, bien avenidos, no es tema que aquí tenga sentido mencionar ni dilucidar.
Sí que, como digo desde el principio, es preciso puntualizar.
Me
duele lo que está pasando allí, en el territorio en el que no pueden convivir
los semitas. Me hacen duelo todos los semitas, los masacrados y los que
masacran. Sí, también estos últimos, pues pienso que si alguna vez tienen un
atisbo de consciencia, la conciencia les va a machacar los sesos. Y, luego, el
corazón. Y, si no lo tienen, como hasta ahora parece que pasa a muchos de
ellos, me hace duelo que estén anestesiados e imbecilizados. Y embrutecidos, aun
presumiendo los israelíes de civilizados, cívicos, cultos, y no sé de cuántas
cosas más. Por cierto, Hamás, exista o no, conviene al estado de Israel: es su
excusa para el genocidio.
Lo
que está pasando significa fracaso. El uso de la violencia, de la violencia
genocida, o sea, “gratuita” contra otro humano, es sinónimo de fracaso. Del
fracaso, por estúpido, del humano. Y los defectuosos, esos que gobiernan a
bandazos, que ahora aplauden a unos golpistas en Ucrania –el poder instituido
en Ucrania había salido de unas elecciones y, en cambio, quienes gobiernan
ahora, lo hacen por la fuerza, como, por cierto, pasó hace 74 años aquí con
aquel chiripitifláutico gallego y sus secuaces, sus esbirros facinerosos-, antes a otros en Siria, en Iraq o a los degenerados que exterminan
para dar salida al negocio de las armas, con niños soldados, ébolas, SIDAS y
más cosas, siguen con sus defectos provocando el suicidio, el suicidio de la
humanidad.
Podría extinguirse el humano.