DIGNIDAD

domingo, 16 de mayo de 2010

¡EL MES DE LAS FLORES!

Las flores... y la faldriquera

Nada, que nuevamente se me han amontonado las cosas que habría de decir. No puede uno descuidarse.

He estado ni sé dónde y mi amigo Luis Garrido, sabio y puesto en todo do los haya, me ha enterado de que van a bajar el sueldo a los trabajadores de la función pública.

Hay quien me dice que confíe en este sistema de funcionar colectivamente, que es el mejor de los posibles. Ése al que llaman democracia. Que no me escandalice tanto por todo. Pero, vamos a ver, hace unos días se juntaron Don José Luis y Don Mariano, al parecer porque son los que rigen los designios de España, arrogándose la facultad de ser los máximos representantes de los españoles. Y digo bien cuando digo que se arrogan: de 35 millones de electores, ellos, entre los dos -porque representan a sus respectivas formaciones políticas lo digo-, obtuvieron 22 millones y medio de los votos posibles en las últimas elecciones (el 61’49%). O sea, de los que hubieran podido votarles, más de 12 millones y medio de españoles (el 38’51%) no lo hicieron, así que no sé a qué fin se reúnen ellos dos nada más para hablar de todos y por todos. No sé siquiera si no son bastante impresentables e irresponsables ambos. Encima. Total, como digo, esos dos de antes se juntan y lo único que, según dijeron entonces, sacaron en claro como coincidentes, fue un algo acerca de las Cajas de Ahorro. Pues sí que estamos bien, sí que están bien quienes en ellos confían y confían en el sistema de llevar las cosas y el mundo individuos y creencias de ese jaez. Es como de papanatas o así. Y todos los medios de comunicación desplegaron un montón de recursos para cubrir la noticia como si nos fuera la vida en ello, en sus conversaciones y en conocerlas. No habría más de qué hablar, seguramente. Otorgaron al asunto la relevancia y la importancia que se suele reservar, qué sé yo, al nacimiento de algún nieto más del Borbón de la Zarzuela. ¿Acaso son comparables en trascendencia las dos noticias o los dos acontecimientos?

Hay una crisis económica, por si no os habíais enterado lo digo, que ha puesto patas arriba al mundo. La economía, que es la que rige los designios –ella sí, no los politiquillos, a la vista está-, manipulada por unos cuantos desaprensivos, cuando no directamente facinerosos, ha sido manejada de manera execrable y se ha ido todo al traste. Nos han dicho que, para que la cosa remonte, hay que insuflar dinero a los que han provocado este lío. Pero ¿quién lo dice?: quienes han montado ese lío, naturalmente, o sea, los que mandan de verdad. Y, además, para que sigan gestionándolo los mismos y de la misma manera. O sea, que volveremos a sufrir lo mismo. Una y otra vez.

Hablo con algunos y, buenas gentes ellos, me dicen que están de acuerdo en arrimar el hombro, apretarse el cinturón, para salir de la crisis. Me encanta ese ánimo, me encanta esa bondad. Pero yo pregunto otras cosas, yo pregunto que eso de salir de la crisis qué es, a dónde vamos después, si a otra crisis igual. Y pregunto, volviendo a lo del principio acerca de lo de la democracia como el mejor sistema de los posibles, si esto que tenemos lo es. Si es posible creerse que siendo global la economía, pero no la política, tendrá alguna vez alguna oportunidad ésta última. O, por contra, si ya no hay nada que hacer, a no ser que reviente todo de una vez algún día y se empiece desde cero con algún atisbo de ganas y de honradez.

Y, ciñéndome a lo doméstico, vuelvo a lo de los funcionarios. Como antes he dicho, se ayuda a los que han provocado la crisis y se penaliza a los que la sufren. Se me ocurren algunas cosas que me sé acerca de los trabajadores de la función pública. En la década de los noventa se decía que la causa de que España no funcionara bien –o una de ellas- era que la economía de nuestro país soportaba una carga enorme en personal de estas características. Se hizo un estudio comparativo. Entonces, Noruega era un país que realmente funcionaba, en lo económico y en lo social, bastante mejor que el nuestro. Bien, pues allí el número de trabajadores que desarrollaba su labor en la función pública representaba alrededor del 43 % de la población activa. España no llegaba al 15 %. Hoy podemos ver, también comparativamente, cómo anda el asunto en cuanto a la “zona euro”: Dinamarca tiene el 25’7 de sus trabajadores empleados en lo público, Suecia el 21’1, Francia el 17’1, el Reino Unido el 14’8, Alemania el 10’5 y España el 9’5. En esa década también se hizo otro estudio que ponía de manifiesto que el funcionariado, en España, con las congelaciones de salario y demás medidas tomadas para sanear la economía nacional entonces, había perdido alrededor del 23 % del poder adquisitivo que tenía al principio de los noventa. De eso aún no se han recuperado los funcionarios. Y hoy vienen con rebajarles, pues vaya.

Oí el otro día a sesudos economistas –materia de la que entiendo escasamente que es palabra que se escribe sin hache- que el fraude fiscal anda por el 6 % y que si se pusieran medidas para atajarlo o, siquiera, disminuirlo, no sería preciso recortar los sueldos a los funcionarios ni las pensiones. Si se pusiera, digo yo, mayor empeño en perseguir los delitos fiscales –ahora aparecen en Suiza 15.000 millones de euros escamoteados, más las tramas Gürtel y otras tramas-, si se controlaran los temas del gasto militar, lo dado a la Iglesia Católica y más cosas, no estaríamos como estamos. No haría falta penalizar a los funcionarios ni a los pensionistas. Ni a los dependientes.

He tenido ocasión de conocer, en su puesto de trabajo, el desarrollo laboral de muchísimos funcionarios. He de decir que esa fama que se les achaca es errónea. Es falsa y sesgada. Se dice que son, tal como se dice en Aragón, malfaineros. Es un colectivo grande y, colectivo humano como es, al fin y al cabo, consta de gentes de todo tipo. Tuve ocasión de comprobar que alguno hay, recuerdo a un individuo concretamente, que no es un modelo de eficacia, efectividad, eficiencia ni proactividad. También he tenido ocasión de observar a otros colectivos, en la empresa privada, como cajeras y demás empleados de Carrefour, Eroski o Alcampo, fontaneros, albañiles, pintores y camareros, entre otros. No todos son modelos de eficacia, efectividad, eficiencia ni proactividad, precisamente. No sé por qué criticarán a sus compañeros, trabajadores de la función pública. Es una moda que no sé por qué no pasa de moda. Como chiste es de muy mal gusto, cruel, injusto y nada solidario. Probablemente mal intencionado: puede que interese crear animadversiones. O qué sé yo. He visto muchos funcionarios manifestarse solidariamente por conflictos de trabajadores de empresas privadas –incluso aplausos a los trabajadores de SINTEL, recuerdo, acampados por la Castellana, que fueron aplaudidos, también, por parte de los corredores de MAPOMA-. He visto a muchos funcionarios solidarizarse con muchos empresarios de pequeñas y medianas empresas, cuyo patrón es Díaz Ferrán –buen ejemplar, buena pieza, por cierto- y a muchos empresarios mofarse de esos funcionarios que se habían solidarizado con ellos. En fin, prima denostar a los trabajadores de la función pública. ¡Qué pena! Por otra parte, pienso ahora, nadie nace funcionario. Para serlo es preciso aprobar unas oposiciones. Para acceder a la mayoría de empleos de la privada no, con una entrevista o medios similares se tiene suficiente.

Para acabar esta parte, se me ocurre aún una cosa más: si es tanta la cantidad que se va a ahorrar recortando salarios a los funcionarios y congelando las pensiones, será porque, pienso, son muchos los individuos que están en una u otra de esas situaciones. Por tanto, puesto que su poder adquisitivo se va a ir a la mierda, serán muchos los que consuman menos, lo que acarreará, si no me equivoco en mi modo de ver y entender la economía, otra vez incrementarse el déficit.

Y para remate, lo de Garzón. En este país se aclama y hasta se premia a una, muy probablemente, delincuente, que parece que ha robado, como otros cuantos, una pasta, a la vez que se castiga duramente a un juez que ha trabajado en contra de chorizos, terroristas, traficantes de droga y genocidas. Dice bien la Bachelet, médico ella, aparte de expresidenta de Chile, cuando usa la metáfora de que cuando una herida no está limpia, nunca cura. Si no se juzgara a delincuentes, por no sé qué peregrinos motivos, no tendría sentido describir delitos. Y entonces la convivencia sería imposible. Si no se restituye el buen nombre o la honorabilidad –son la misma cosa- de aquellos a quienes se vejó y humilló, y asesinó, como consecuencia de la Asonada de Franco de 1936, mal vamos. No es volver a abrir viejas heridas, es restañar las heridas que existen, curarlas. Es humano eso. Y decir quién o quiénes fueron los culpables es, ni más ni menos, lo justo. Así sí que es como se podrían acabar o zanjar viejos asuntos. No olvidemos que el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla. Si nosotros olvidamos que por ir borrachos tuvimos un accidente, podríamos volver a conducir borrachos.

Hace mucho que, si no dejé de creer totalmente en la justicia, al menos era muy escéptico. Hoy no.

En fin, no voy a seguir mucho, aunque seguiría, pero podría cansar a quien quiera leer.

La ética, en suma, no veo que exista por parte alguna. Creo que era Aristóteles el que hablaba de ars política. Hoy eso son pamemas. No es que crea que todos los políticos son malos o imbéciles. Pero inútiles sí, porque son marionetas.

1 comentario:

Claudio dijo...

Me pregunto algo que no se ha mencionado aquí : ¿ se van a congelar o a rebajar las pensiones a los anteriores presidentes y toda esa jarcia -exdiputados y esas cosas- que , además de no ser pequeñas ni pocas , sino más bien suculentas , su percepción no impide a sus señorías -o exseñorías , por mejor decir- desempeñar otras actividades lucrativas -al contrario que muchos de los otros pensionistas- para las que , sin duda , puedan estar cualificados e incluso puedan ser muy útiles e interesantes -pero del mismo modo , ni más ni menos , que muchos de los otros pensionistas- ?

Porquejqueee ...