A Holy Trinity
Hacía tiempo que no sabía de Mateo. El otro
día me lo encontré y lo noté circunspecto, incluso triste. Me dijo que sí, y
que era a causa de que alguien a quien amaba mucho había llorado amargamente
porque el papa, el jefe del Vaticano, le había decepcionado. Es decir, esa
persona que lloraba se había hecho ilusiones con las cosas que había ido
diciendo este hombre desde que tomó posesión de su trono, y sintió en algún
momento que había sido una estafa. O un fraude, una mentira.
¿Por qué, o cuándo, en concreto? Eso lo
pregunté yo. Y él me pidió que no nombrara la persona de quien hablara, pues
sabe que cuento lo suyo y lo mío, y me lo dijo. Es alguien que siempre ha sido
cristiano, creyente y practicante aunque crítico, que jamás votó más a la
derecha del PSOE, que siempre confió en el diálogo porque confiaba en las
personas y, ahora, hasta en el jefe de la Curia Romana y sus dicasterios. Pues
bien, cuando le oyó aplaudir la pantomima que se montaron en Tarragona hace
unos días para beatificar, es decir, homenajear en resumen, a un grupo "exclusivo" de 522 asesinados –o sea, excluyendo de sus admiraciones a los demás-, se le
vino el chambao abajo, porque esa persona sabe de casos, le son muy cercanos,
que fueron defenestrados por la rebelión, por el golpe de estado del año 36;
que fueron perseguidos por la represión posterior y humillados por los
capitostes y no tan capitostes del club, la iglesia que encabeza este señor, y
a pesar de todo siguieron siendo cristianos y acudiendo a los oficios, al
teatro que representan periódicamente en sus, casi siempre, opulentos templos.
Lloraba por esos a los que se les roba la dignidad, a los que se humilló y
sigue humillando con el pretendido olvido histórico, extendido o ampliado en
ese acto mencionado al elevar a estos “sus mártires” sobre los demás hombres.
Siempre me deja pensativo este Mateo. Cuando
volví a mi casa, me quedé mirando a mi mujer, porque me acordaba de que su
padre, con apenas cinco años, se quedó sin el suyo pues que lo habían asesinado
los dementes aquellos que iban con camisas azules, en agosto de 1936, porque estaba
afiliado a UGT y al PSOE, sólo por eso. Los demás “requisitos oficiales”, como
ser buena y honrada persona, ayudar a sus semejantes y acudir a misa, tanto él
como su mujer, los abuelos de Mariajosé, los cumplían. Y otros muchos más en el
terreno de la convivencia pacífica y en libertad e igualdad. Pero de verdad, de
corazón, que es sabido en su pueblo, en Sádaba. Y, además, eran creyentes, como
las personas de las que me ha hablado Mateo, cumplían los preceptos de la
Santamadriglesia porque honradamente creían que había dios y que, además, era
el que decía cómo habían de hacerse las cosas en el club. Ellos, los
facinerosos que lo mataron –su mujer le sobrevivió apenas un año y pico más-,
ni piedad ni caridad ni honradez… ni bondad tenían o manifestaban. Así que, sin
ni siquiera saber dónde está el cadáver del padre, se crió mi suegro -que se
llamaba como el papa ha decidido llamarse-, el pequeño de cuatro hermanos, saliendo
adelante y no precisamente gracias a la merced ni a la humanidad del selecto
club que ahora homenajea a los que considera suyos. Y recuerdo que mi suegra, a
pesar de todo, a pesar de lo sufrido por ella y su marido, y de tampoco votar
jamás más a la derecha del PSOE, no dejó de ir a misa ningún domingo ni fiesta
de guardar.
Antes he dicho una palabra muy malagueña,
chambao. Ahora digo una aragonesa, que también me ha surgido sin invocarla, por
pura lógica o espontáneamente: paco. En aragonés, paco significa umbría, y la
acepción que me ha venido inopinadamente es la de ladera sombría de una montaña.
Que también es eso paco. El papa Paco, a la persona que impresionó a Mateo con
su llanto, le ha demostrado, desde lo de Tarragona, ese lado suyo, esa ladera,
la umbría. Ahora, quizá, podría hacer panegíricos y beatificar a Videla y sus
otros paisanos. Y aún me viene a la cabeza que la Iglesia Católica parece que
tuvo que ver con ETA, no sé si la facción de los jesuitas, cuadrillica a la que
creo es afín el papa Paco, la de los benedictinos o cuál. ¿Para cuándo
beatificar, ya puestos, a todos ellos, papa Paco?