DIGNIDAD

martes, 28 de junio de 2011

ÁCIDO ACÉTICO


A Mateo le gusta la Química tanto como a mí, por lo menos. Y a mí, desde que tuve acceso a saber algo de ella, sobre todo de la Orgánica, me entusiasma. Ambos sabemos qué es el ácido acético.
Anoche apareció por casa muy decidido. A pesar de la calor que hacía, él vino como un boque o un mardano: energético, acometiendo… con gesto decidido, casi diría que adusto. Hemos pasado toda la noche en vela.
He obtenido algunas conclusiones. Es lo que pasa con él: que está en todo. Quisiera dar con el modo de plasmarlas de manera resumida pero inteligible y aun comprensible. A ver.
Me ha hecho ver que desde que se produjeron ciertos acontecimientos, ahora hace nueve meses, se puso en guardia, pues sabía que tenían calado suficiente como para que su procesamiento pudiera entrañar ciertas dificultades para mí. Aquellos sucesos, origen de esta curiosa gestación, sólo fueron los primeros de este periodo, pero no los únicos: han sobrevenido muchos más y Mateo, como suele, ha permanecido pendiente, atento a todo y, de vez en cuando, mandándome algún que otro mensaje, porque percibía que no todo iba bien. Lo que pasa es que no siempre he sabido interpretarlos. Me ha dicho que comprende mis indignaciones, pero también que ha habido ocasiones en las que no he sabido manejarme dentro de la ponderación o de la sensatez. Ha habido, sobre todo en los últimos tiempos, situaciones en las que me he dejado llevar por una prisa absurda, inexistente en realidad, que me ha provocado demasiado vinagre, exceso de calentamiento y vehemencia y escasez de serenidad y discernimiento. Incluso de cordura. Al menos, a veces.
Agradezco a Mateo, y a algunos otros –que, seguro, os dais por aludidos sin serlo expresamente-, la llamada. Incluso, no me duelen prendas, pido disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos –igualmente, incluidos quedan y lo saben quienes lo hayan sido-, aunque sin haberlo pretendido yo. Por ello, he aquí mi rectificación. Y la apostilla: sólo he cambiado parte, sólo he quitado la entrada que da pie a ésta por respeto a mi señora, que no se sentía bien con aquélla. Pero de lo que dije no quito nada (y dicho está), pues todo es cierto y, de hecho, Negro Picón, que dijo querer hablar conmigo, no lo ha hecho -me refiero a que ni ha hablado ni ha sido capaz de desmentir cosa alguna de las dichas: no se puede negar la verdad-.
Y, a eso de las seis y media, se ha ido -Mateo-. Aún ha hecho una especie de postdata cuando salía: me ha dicho que, respecto al asunto de la corbata, ya era algo que él tenía pensado, que no me crea muy original yo por ello. ¡Mateo: genio y figura!