DIGNIDAD

miércoles, 28 de julio de 2010

ALBERTO PÉREZ... OTRA VEZ

Es la mejor foto que pudimos obtener... la noche, los medios... ya se sabe

Definitivamente, mi ausencia ha sido gorda: dos meses y dos días he estado sin aparecer por aquí. En fin, mis líos y mis cosas.

He estado en Madrid corriendo, en Córdoba disfrutando de la Mezquita gratis, en Málaga malagueando con mi Carmen y mis amigos, en Castejón de Valdejasa oyendo a Marisancho decir la tira de cosas acerca del Castillo de Sora –y disfrutando de la hospitalidad de los castejoneros- en Sádaba. Bueno, que para qué voy a contar todo aquello que he hecho. Sin embargo, sí que quiero detenerme para decir que quería que Mariajosé oyera las campanadas del reloj de la Plaza de las Tendillas de Córdoba, que lo he estado olvidando mucho tiempo. Después de pasar por allí cinco veces, por fin, cuando nos íbamos ya para Málaga, oímos dar la “media”; dos “campanazos”. Para quien no sepa a qué me refiero, mejor dejo que vaya a Córdoba sin desvelarlo, que, en fin, a lo mejor parece una tontada, pero resulta curioso. A mí me lo contó un cordobés en 2003 –y había estado unas cuantas veces en esa hermosa ciudad antes- y no sabía nada de eso yo Os intriga, a que sí.

Bien, ya se sabe que ha empezado la VII Edición de las actuaciones que vienen celebrándose en verano. Hogaño se llaman “En verano quedamos en el parque”.

El primero en intervenir, en “romper el aire”, ha sido Alberto Pérez. Antes de hablar del acontecimiento quiero decirte, Alberto, si lees esto, que anoche, viendo en algún telediario al Presidente de la Generalitat de Cataluña, me vino al esmo la charrada que tuvimos antes de que empezaras a tocar: este señor, José Montilla, inauguró algo rarísimo, inauguró los veinteavos campeonatos de Europa de Atletismo, fíjate. Curiosamente, en inglés, aunque pronunció con un deje muy poco inglés, entendí lo que inauguró. Supongo que en catalán también inauguró algo cierto –que tampoco lo sé, que no gasto yo de eso-. Pero, hijo mío, en castellano, siendo ésa su lengua madre o materna, no atinó, porque lo que pretendió inaugurar era la vigésima edición de los mencionados campeonatos. El pobre se refirió con un partitivo a un ordinal. Y encima -recuerda que hablábamos del modo de expresarse de cierto grupo de edad-, dicho Presidente tiene ya sus años y, creo, sus estudios, lo que corrobora que ni aquéllos ni éstos son garantía de mucho.

Ya está, ahora toca hablar de ti, de tu actuación.

Has sido el primero en hacerlo en el marco de Aquatauste, el parque del agua recientemente inaugurado en Tauste. Me hiciste disfrutar, cómo no, con tu arte. Con tus artes, por mejor decir. Solventaste alguno de los imprevistos -los niños paseándose por cualquier sitio, aunque te hubieron sorprendido, ellos y otros mayores, por la retaguardia- de manera magistral, demostrando tablas, demostrando paciencia y humor. Solventaste de muy buena manera la competición que establecieron contigo los anuros con su croar, el fresco de la noche, la circulación rodada por detrás… En fin, disfrutamos de un concierto de mucho agrado. De lo nuevo del repertorio, de lo que no conocía, me quedo con tu rocanrol a capella. Pero sólo lo digo por señalar algo, porque tu saber estar, tu trabajo de información y de retentiva para acercarte a quienes acuden a tus conciertos, tu curiosidad y tu gracia no fallan y encandilan a la concurrencia. Insisto, nos fue grata tu compañía, fue muy divertido estar allí y se nos pasó el rato en un inte.

Hablaste de nuestra torre mudéjar. Y te emplazo a que entres, con calma, en el blog de Jaime Carbonel, que también estuvo en tu concierto -no se pierde ni uno-, porque creo que te hará pensar en ello. No te digo más, prefiero dejarte como hiciste tú con la historia de la novia de Calamocha y el frío que parece superar al de Sigüenza.

Y para rematar, aunque fuera muy diurética el agua que bebiste, sigo sin asegurar que fuera -o que no lo fuera- agua de la fuente de las Vigañuelas. Aludo a la diuresis porque tuve ocasión de comprobar que te pixabas y, por cierto, ya no me pude despedir de ti.

Así que aprovecho para hacerlo ahora: hasta la próxima, Alberto, que sé que la habrá.