DIGNIDAD

viernes, 27 de febrero de 2009

De la cadena perpetua


Estos últimos días se oye mucho hablar de la cadena perpetua. Se dice que sería bueno implantarla.

Soy lego en estos temas, pero pensar, pienso en todo. Como oigo tanto, me puse a hablar con una persona, bien cercana, que sabe de esto -se licenció en Derecho-. Tenía ganas de saber su opinión. Porque la mía difiere de lo que dice Javier Arenas, por ejemplo. Claro que, ahora que caigo, con este individuo es difícil que pueda coincidir yo en algo –ni siquiera me “tira” el Betis-. Comprendo que los padres de Marta, la chica de Sevilla muerta el otro día y que, quizás, hayan sido el inicio -o el repunte, qué sé yo- de esta polémica, digan que quieren que el asesino esté por siempre jamás en la cárcel. Que lo digan desde los púlpitos quienes han de pensarse bien antes lo que dicen, me parece muy feo. Demagógico, populista, en fin, que no, que tratar de manipular de esa manera al personal es deleznable. Y quería decirlo aquí, pero, por cómo soy, preferí hablar antes con alguien conocido y que conociera el mundo del derecho.

Esta persona me ha desconcertado, no porque no piense como yo, sino porque no me ha razonado la cosa. Ha dicho que sí, que la cadena perpetua, revisable, es una sentencia justa en determinados casos. Esos casos son aquéllos para los que no se prevé arrepentimiento... y no sé qué más tontadas me dijo. Sí, tontadas digo. Porque los más maravillosos y conspicuos meteorólogos no son capaces de prever con total certeza casi nada; ni nadie: prever no significa absoluta seguridad de ver antes, sólo es vaticinar, adivinar. En algunos casos, con mucha ciencia y, por tanto, rigor y seriedad en los cálculos a la hora de hacer la previsión, pero nada más.

Que una persona realice una acción que la sociedad tiene catalogada como mala, no significa que el comportamiento del grupo deba ser el mismo y le pague de igual modo. Creo que la única manera que tiene la sociedad de protegerse de los que no funcionan con las normas que tiene establecidas es tratar de que las aprenda, acate y practique. Para eso no sirve tenerles recluidos toda la vida, es cara su manutención, entre otras cosas porque es inútil.

Si, como creo, recluir, encerrar, apartar de la sociedad durante un tiempo a quien ha transgredido sus normas tiene como fin el que digo, o sea, por una parte, castigarle, y, por otra –que es lo mismo-, hacer que aprenda a convivir, reeducarle para procurar su reinserción, me parece contradictorio que nunca más pueda estar con los demás. Dicen los psicólogos, al menos los conductistas, que las llamadas recompensas –premios o castigos- tienen una utilidad. Pero la cadena perpetua, que se parece mucho a la pena de muerte, es una entelequia –entendido el palabro en su sentido filosófico, a saber, “cosa real que lleva en sí el principio de su acción y que tiende por sí misma a su fin propio”-. Incluso, repito, es más cara aquélla que ésta, por tanto, más inútil, si cabe, para el fin teóricamente propuesto. Teóricamente, ya digo.

No sé si soy muy lerdo y se me escapan cosas. O si soy un inocentón, un iluso, porque, en serio, me da por pensar que decir esas cosas en público quienes tienen ese derecho sin, aparentemente, haberlo pensado bien antes, tiene un solo sentido: apelar a las tripas del personal y no a la razón. Es envenenar. Así pues, si no se sostienen como tales esos supuestos razonamientos, quizá cacarear lo que entiendo son enormes, desproporcionados dislates, pudiera tener que ver con buscar votos para acceder o para permanecer, según el caso, en alguna poltrona. Si es así, los dichos prebostes para mí no tienen, sino que se arrogan ese derecho, no me representan ni considero que deba respetarles –que no hablo sólo de Arenas, que, por desgracia, hay muchos-. Torticero uso del ágora.

Distinto es, ojo, que la persona a la que acudí no supiera razonarme y no me dijera que según la magnitud, sobre todo mediática, del delito cometido -que no la previsión del arrepentimiento del delincuente-, es justificable la existencia de la cadena perpetua.

Es decir, cuestión punitiva na más, reeducativa ni por el forro. En el fondo, propagandística cosa. Y a mí me parece muy grave, pero mucho, mucho.

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